Podrías empezar por hacerte varias preguntas a ti mismo/a: ¿Siempre tienes algo que te inquieta?; ¿Tienes la sensación de que, si no te preocupas de las cosas, no eres lo suficientemente responsable?; ¿Te cuesta resolver cualquier problema o situación, aunque no tenga importancia, de forma efectiva?; ¿Sufres ansiedad o alguno de sus síntomas de forma continua? Si tus respuestas a estas preguntas son afirmativas, es muy probable que, efectivamente, te preocupes demasiado.
Lo que vas a leer a continuación puede ayudarte en gran medida a comprender lo que te ocurre y, por supuesto, a ponerle remedio.
¿Qué es la preocupación?
Su definición literal se puede interpretar como el hecho de ocuparse de algo antes de que ocurra. La palabra preocupación viene del latín y significa “prae” (antes) y “occupare” (ocupar).
El preocuparse ante cualquier situación no es algo negativo sino todo lo contrario, nos puede servir para trazar un plan que sirva para resolver el problema antes de que ocurra. Incluso nos permite ponernos en todas las casuísticas y tener distintas estrategias preparadas.
El problema surge cuando la preocupación es excesiva, cuando no puedes pensar en otra cosa y tu vida gira en torno a algo que probablemente ni siquiera sepas si va a pasar o no. Cuando te preocupas por solucionar algo que no tiene que ver contigo, o donde tus acciones no tienen ninguna repercusión… Son este tipo de casos los que se deben evitar a toda costa.
Claves para evitar preocuparte demasiado
Aprende a identificar los problemas por lo que realmente son y por la importancia que tienen en su justa medida, ¡ni más, ni menos!
¿Sabías que algunos problemas pueden convertirse en oportunidades? Así es, los problemas no siempre desembocan en dificultades en nuestra vida sino que, en ocasiones, si los gestionamos adecuadamente, se pueden transformar en oportunidades de aprendizaje por ejemplo. En lugar de encerrarte en malos pensamientos que te generan ansiedad y no te dejan dormir por las noches, busca la forma de aprender de lo ocurrido, de interpretar la experiencia como lo que es y mira el lado bueno, ¡siempre lo tiene!
Si tienes tendencia a enfocar cualquier cosa de forma negativa y te preocupas demasiado, es muy difícil que puedas resolverlo de manera eficiente o que puedas tomar las decisiones adecuadas. Sólo conseguirás invertir en ello demasiado tiempo, demasiada preocupación y sin conseguir nada e, incluso, empeorando más la situación. Cambia tu forma de enfocar los problemas desde el inicio, con optimismo y serenidad, los resultados serán mejores, ¡no lo dudes!
Evidentemente, existen situaciones en las que, por desgracia, no está en nuestra mano cambiar su curso o solucionar. Es en estas situaciones también en las que ¿de qué nos sirve darle tantas vueltas?
¿Te preocupas demasiado?
Seguir unas pautas específicas puede ayudarte a llegar a una resolución más rápida y efectiva:
- Define el problema y su grado de importancia.
- Piensa en positivo y concreta las posibles soluciones sin vacilar.
- Elige la mejor opción y aplícala en cuanto sea posible. Esto te permitirá rectificar a tiempo si fuera el caso o avanzar si, por suerte, el problema se ha solucionado.
- Dedícale el tiempo justo y necesario a completar estas pautas, manteniendo tu mente ocupada en otras cosas el resto del día. Busca nuevos pasatiempos si es necesario para que te ayuden a desconectar.
- Comparte con otras personas tus preocupaciones, te ayudará a liberarte y te pueden aportar ideas o enfoques distintos para solucionarlo. El guardarse las cosas sin saber cómo gestionarlas, nunca ha sido buena opción…
Si aún siguiendo estos consejos, crees que te preocupas demasiado, no olvides que existe ayuda profesional para ayudarte a gestionar todo tipo de situaciones.
¡Espero que te sirva de ayuda!