La existencia de sesgos cognitivos surge como rasgo adaptativo del ser humano durante su evolución para tomar decisiones inmediatas frente a situaciones peligrosas o dañinas. La rapidez con la que se toman dichas decisiones pueden ser poco acertadas o erróneas. Por tanto, las consecuencias pueden ser graves.
Siempre queremos actuar de forma racional, pero estos efectos inconscientes determinan nuestras decisiones. Aumenta la influencia de los sesgos cuando no entendemos bien el significado de la información, recibimos demasiada o tenemos que actuar rápidamente.
Los sesgos cognitivos (también llamados prejuicios cognitivos) son efectos psicológicos que causan una alteración en el procesamiento de la información. Como consecuencia se produce una distorsión, un juicio inexacto o una interpretación irracional.
La psicología cognitiva es la que se encarga de estudiar los sesgos como otras estrategias que utilizamos para procesar la información. El término fue acuñado en 1972 por Daniel Khanemal y Amos Tversky, quienes experimentan la imposibilidad que tienen las personas de entender el mundo de manera racional y se percatan de cómo malinterpretan lo que ven y oyen.
Hay varias formas de distorsión de la realidad que nublan nuestro juicio. No tienen el mismo peso en nuestra mente ni la misma frecuencia. Estos sesgos definen nuestro comportamiento y hacen que cometamos errores tras tener creencias o pensamientos negativos.
Veamos algunas de las distorsiones más corrientes y prepárate para limpiar tu mente y desarrollar actitudes más racionales y positivas.
| Tipos de sesgos cognitivos y cómo afrontarlos
- Exigencias y perfeccionismo. El ser humano tiene creencias rígidas e inflexibles de cómo debe ser uno mismo. De esta forma, generamos una autocrítica hacia nosotros y por ende nos comportarnos de manera cohibida. Nos frustramos, estamos deprimidos o irritados. Sin embargo, las emociones que sentimos hacia las demás personas cuando no actúan en función a nuestros valores o creencias son la ira, la rabia y la agresividad. Para alejarnos de esta distorsión, hemos de entender primero los valores personales y tener claro que lo que nos viene bien a unos para otros puede ser lo contrario. Cada uno es libre de elegir en esta vida lo que le haga sentir mejor. En cuanto a nosotros mismos hemos de ser más tolerantes y cambiar expresiones como `debería´, `tendría´, `habría que´, entre otras, por `preferiría´ o `me gustaría´.
- El catastrofismo. Creer que va a ocurrir una catástrofe o situación negativa exagerada sin tener motivos razonables. Con esta creencia generamos en nosotros mismos ansiedad, preocupación y, sobre todo, miedo. Para intentar evadir estos pensamientos negativos, hemos de evaluar la situación peligrosa de forma objetiva y enumerar, mediante porcentajes, por ejemplo, las posibles probabilidades de que ocurra algo muy catastrófico hasta que nos demos cuenta que la probabilidad es demasiado baja.
- La negación. Esta creencia es contraria al catastrofismo o la exigencia. Negamos problemas, debilidades o errores que cometemos, como si nunca nos ocurriese nada. Tener conciencia de los sentimientos te permitirá ver si de verdad tienen importancia. Realizarnos preguntas del tipo `¿De qué manera esta situación me está afectando? o ¿cómo me siento?´ y así, poder superar los problemas que tengamos.
- La sobregeneralización. Es creer que va a volver a ocurrir una situación mala que hayamos tenido. Si he suspendido un examen `jamás aprobaré´, si me he puesto nervioso `siempre me pasará´ o si he tenido un desamor `nadie me querrá´. La manera de afrontar este tipo de pensamientos es buscar pruebas que enumeren las veces que sí nos ha pasado y las que no. Cambiar palabras como `nunca´, `jamás´, `siempre´ por expresiones ́ es posible´, `a veces´ o `a menudo´.
- Las etiquetas globales. Etiquetar a otra persona con uno o dos rasgos de su personalidad. Por ejemplo: eres un aburrido o un tacaño. Es importante no generalizar el conjunto de cualidades para tener en cuenta todos y cada uno de los rasgos de una persona.
- El negativismo. Ver más lo negativo y dejar de lado las cosas positivas. Hacer hincapié en presagios negativos `Seguro que…´. Es recomendable, en estos casos, hacer un listado de los aspectos positivos frente a los negativos. Evaluar mediante porcentajes los rasgos o hechos, tanto los positivos como los negativos.
Estos son algunos de los muchos errores de pensamiento. Nadie puede escapar de los sesgos cognitivos ya que el cerebro está diseñado de tal manera para que funcione mejor para tí. Todos estamos influenciados por ellos, en menor o mayor grado. Aunque con la educación algunos sesgos puedan ser moderados para reducir el número de errores posibles, afectarán a todas las personas en prácticamente todas las situaciones.
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