¿Hay que tener una razón para deprimirse?

Hay que tener una razón para deprimirse

Ser psicóloga conlleva tener que oír algunas veces al mes la frase de “la verdad es que no tengo ningún problema como para sentirme así” (introducir aquí la palabra ansiosa, nerviosa, triste o deprimida), produciendo doble malestar a las personas: sentirse mal y pensar en que no es adecuado sentirse así. Por eso, hoy nos preguntamos si hay que tener alguna razón para deprimirse.

Traigo esta experiencia al blog porque está muy relacionado con la depresión. La mayoría de las personas que no han sufrido este malestar psicológico piensan que tiene que existir una buena razón para tener depresión, pero la realidad es que no es así. Sí, hay algunas personas que se deprimen al sufrir un acontecimiento intenso, como puede ser el fallecimiento de un ser súper querido, la pérdida del trabajo, una ruptura amorosa o problemas con un familiar, pero hay otras que no ¿Y esas personas porque se deprimen? La psicología ha dado varias teorías para explicar la razón por la que las personas nos deprimimos, pero a mí, la que más me ayuda es la “Teoría explicativa de Beck”. Esta es sencilla, y las personas, cuando les explicas lo que les ocurre a través de la misma se sienten muy identificadas.

Creencias o supuestos disfuncionales

Todas, absolutamente todas (mira que no me  gusta ser tan tajante), aprendemos creencias cuando somos pequeñas. Algunas positivas, que nos ayudan a relacionarnos de manera sana con los otras, pero otras insanas, disfuncionales, que nos hacen mucho daño, aunque suele ser cuando ya somos mayores. Estas creencias en ese momento se quedan como “dormidas”. Están ahí, pero cuando somos pequeñas tampoco nos hacen mucho daño.  Os dejo aquí abajo algunos ejemplos:

Si no te comes la comida es que no me quieres, si no paras de gritar te voy a dejar de querer, si no consigues aprobar es que eres un irresponsable o si cometes un error puede haber consecuencias irremediables.

¡Ojo! Algunas personas estarán pensando que esto es culpa de los padres, que nos dicen esto y nos hacen polvo, pero muchas veces el aprendizaje es vicario (aprendemos viendo los mensajes que otras personas se mandan). Además, la mayoría de las ocasiones, no interiorizamos los mensajes tan directamente, pero se quedan ahí, mezclándose con el resto del conocimiento que tenemos sobre nosotras, las personas y el mundo en general.

Acontecimiento desencadenante

Aquí, en este punto, es donde está el “quid de la cuestión”. Algunas personas consideran que tendría que ser una situación “objetivamente” negativa, que si le preguntases a cualquier persona dijera que es normal encontrarse deprimida, pero la realidad es que no es así. Este acontecimiento puede ser el que tu jefe te regañe en una reunión, discusiones con tu pareja o que tengas la sensación de no estar en el lugar que deseas.

Pensamientos automáticos

Este es el punto más importante para mí, porque a partir de ese suceso, más o menos identificado, empezamos a mandarnos una serie de pensamientos en relación a diferentes cosas, algunos respecto a nosotras mismas y nuestras capacidades (físicas, emocionales o psicológicas), y otras veces con el resto de personas o el mundo donde vivimos.

Estos pensamientos se van haciendo fuertes, cada vez más;  van ocupando más espacio de nuestro discurso interno, hasta que al final son lo único que pensamos. Si te das cuenta el estar pensando negativamente de manera continua no puede dejar de tener consecuencias. Tengo que puntualizar que, la mayoría de las personas, cuando vienen a terapia no tienen muy claro que piensan, pero sí que saben que muy bueno no tiene que ser porque les genera malestar. Si queréis aprender a identificar cuáles son vuestros pensamientos os propongo que intentéis llevar un diario sobre los mismos. Llevad una libreta con vosotras y cuando tengáis un pensamiento negativo apuntadle, describiendo la situación en la que se da, la fecha y las emociones asociadas. Poco a poco, y tras unas cuantas ocasiones, seréis conscientes de que los pensamientos  siempre son sobre un tema concreto.

Emociones, conductas y respuestas físicas

Estos pensamientos siempre estarán relacionados con unas emociones concretas que serán, generalmente, tristeza, apatía o rabia. La intensidad de las mismas dependerá de la de los pensamientos que la acompañen. Las conductas pueden ser desde no poder levantar de la cama, dejar de salir con los amigos, ser menos eficiente en el trabajo o dar malas contestaciones. Por último, las reacciones físicas van desde cambiar los hábitos de sueño o alimentarios, sudar más, tener tensión muscular y, por ejemplo, dolores de cabeza o estómago.

Entonces…¿Hay razones para deprimirse  o no?

La razón para deprimirse siempre será la interpretación que hagamos sobre nuestra vida y lo que ocurre a nuestro alrededor, aunque sí, hay algunos factores que pueden ser precipitantes. Es importante si tenéis una persona a vuestro alrededor, o vosotras mismas estáis viviendo una depresión, no digáis una frase que es muy común y que se dice pensando en que ayudamos: Anda, no estés así, que tienes todo para ser feliz. Esta sentencia ayuda a que las personas se sientan peor porque además de tener que lidiar con lo que pasa por su cabeza tienen que hacerlo con la culpabilidad de no saber salir de ahí, a pesar de tenerlo todo para ser feliz. Es importante intentar ser empáticos, pero sobre todo ayudar a la persona a buscar un profesional de la psicología que le ayude.

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