Cada proceso terapéutico es absolutamente único y personal, todos tenemos nuestra propia experiencia vital y nuestras condiciones personales. Esto hace que la terapia tenga que ser un camino distinto para cada paciente que se aventura a iniciarlo. Sin embargo, si le preguntas a cualquier profesional de la salud mental cuáles son los temas más recurrentes que se tratan en terapia, estoy casi segura de que la autoestima se encontrará en el “top 3” de las problemáticas con las que nos encontramos a diario. Aún me atrevo a decir más. Diría que es un tema que se va a trabajar siempre en cada proceso terapéutico, sea cual sea el problema. Pero, cómo definiríamos la autoestima y por qué nos genera tanta preocupación.
¿qué es la autoestima?
La autoestima es aquello que nos decimos y pensamos de nosotros mismos.
Es una imagen subjetiva que cada uno forma con el tiempo y la experiencia y con la que intentamos ser coherentes para manejarnos por la vida.
Es como nos valoramos a nosotros mismos con respecto al mundo.
¿Qué podemos hacer para mejorarla?
Las valoraciones subjetivas van casi siempre unidas a la comparación. Es un mecanismo útil que permite mejorar y avanzar como personas, aunque también puede generar mucho sufrimiento. Y aquí es donde entra la terminología peligrosa, ¿La autoestima alta o baja con respecto a qué? ¿con respecto a quién?.
Cuando alguien expresa que le gustaría tener la autoestima alta habla de no tener inseguridades, de decidir sin miedo, de tener soluciones con las que salir de cualquier situación problemática, de no verse afectado por el rechazo o la opinión de los demás, de ser positivo ante las adversidades, de confiar siempre en si mismo. Como mínimo, habla de Superman. La propia meta en sí misma y no poder conseguirla (porque es imposible) hará que
nos gustemos un poquito menos, que nos reafirmamos en el “no valgo”.
No hemos terminado de entender bien este término y es esto lo que al final genera el problema. No hay que aumentar nuestra autoestima, sino aspirar a tener una autoestima sana, es decir:
Relacionarnos con nosotros mismos desde la comprensión, la compasión y el cariño.
Permitirnos ser inseguros, tener miedos, equivocarnos y que eso no nos defina.
Confiar en nuestra capacidad, aunque el resultado no sea siempre el que nos gustaría.
Mirarnos de manera integral y olvidarnos de comparar.
Qué fácil decirlo y que difícil hacerlo. Pero al final, como la base de cualquier cosa, la clave está en entender: ¿qué es realmente la autoestima? ¿cómo se forma? ¿cómo he llegado yo a relacionarme así conmigo? ¿de dónde sale el concepto que tengo de mis mismo? ¿es mío o de los demás?
La pirámide de la autoestima
– Se trata de una herramienta con la que podemos “destripar” esta imagen que tenemos de nosotros mismos y hacerla realista.
El primer paso está en autoconocernos y en generar un autoconcepto realista y propio. Limpiar todo aquello que nos hemos o han dicho a lo largo de la vida. Identificar todas esas etiquetas que nos hemos o han puesto y decidir con cual realmente estamos de acuerdo. Es identificar nuestros valores y creencias, nuestras virtudes y defectos. En definitiva, entendernos.
– Una vez rehacemos nuestra imagen, toca observarla de cerca y aceptarla. Somos lo que somos, en todo su conjunto, y tenemos que aceptarnos con lo que nos gusta y con lo que nos genera malestar. Valorarnos por todo lo bueno que tenemos y utilizarlo para mejorar todo aquello en lo que tenemos más dificultades, en lo que somos humanos.
– Esta aceptación tiene la finalidad de que nos consideremos personas válidas y completas, que nos creamos merecedores de estar bien, que nos respetemos como los individuos que somos y que no nos convirtamos a nosotros mismos en el origen del sufrimiento.
– Y por último la autoestima, lo que pensamos y sentimos sobre nosotros mismos, lo que medimos con hechos objetivos; con nuestros logros. Está en la punta porque se transforma de manera natural con el cambio de los pasos previos.
Este es el trabajo que hacemos en terapia y el que nos permite comprendernos sin juzgarnos tanto, el que nos permite apreciarnos un poquito más.
Lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma -Carl Jung.
Maria Belmonte
Psicóloga de Tu Psicoterapia Madrid